pasaba por allí/Olga Heras
Guiños éticos
El PP se ha puesto las pilas y ha pasado al contraataque. El tema cubano y la ilegalización de Batasuna se situarán en el escenario electoral

No es Agustina de Aragón, pero Trinidad Jiménez apunta maneras. La candidata socialista al Ayuntamiento de Madrid acaba de lanzar la que puede convertirse en una auténtica bomba para los ayuntamientos: un Código de Etica Municipal.
La propuesta en cuestión entra de lleno en el lado más oscuro de los consistorios madrileños, incluidos los de su propia formación, ya que pretende obligar a los cargos políticos de la Casa de la Villa a informar de forma anual no sólo de su patrimonio, sino también del grado de relación que éstos guardan con las empresas que trabajen en esos momentos con el Ayuntamiento capitalino. Toda una audacia por parte de Jiménez que, con el moscardón tras la oreja, busca dar un poco de trasparencia a las tantas veces dudosas adjudicaciones. La candidata del PSOE a la alcaldía se curaría así en salud de sobresaltos como los que en esta legislatura han acompañado incesantemente a José María Alvarez del Manzano, sometido a un auténtico vía crucix municipal por escándalos tales como el del Imefe.
Si sus buenos propósitos traspasan el umbral del Consistorio madrileño está por ver, aunque abre un interesante camino al ciudadano a poder denunciar cualquier atisbo de irregularidad en la gestión municipal. Un listón demasiado alto para la política que se ha seguido en muchos ayuntamientos madrileños en los últimos años, acostumbrados a hacer de su capa un sayo demasiado ancho. Y como es época de promesas y, sobre todo, de regeneración, Rafael Simancas también ha hecho sus particulares guiños éticos al hilo de la sentencia millonaria contra Alvarez del Manzano, aunque sus palabras no trasluzcan la misma frescura que las de Trinidad Jiménez, al fin y al cabo neófita en eso de las lides municipales.
El candidato del PSOE a la Comunidad de Madrid jura y perjura, no exento de demagogia, que ningún responsable político de su partido dispondrá de esas cuentas reservadas que tanto juego dan, algo que si se llevará a efecto pondría en más de un aprieto a muchos regidores. Por si todo ello fuera poco, el líder de los socialistas insiste, como viene haciendo desde el inicio de la precampaña, en su firme decisión de no consentir que se varíe la calificación del suelo industrial de los municipios en "arbitrarios" desarrollos residenciales. Ardua tarea para Simancas, si finalmente consigue la presidencia autonómica, a la vista de lo que acontece a lo largo y ancho de la geografía madrileña, donde muchos ayuntamientos, sean del color que sean, mantienen una línea de crecimiento económico basada más en el ladrillo que en potenciar cualquier otra actuación "empresarial". Buenos propósitos que habrá de seguir de cerca la próxima legislatura, aunque todos y cada uno de ellos se antojen como la única manera posible de frenar los "disloques" y abusos que se cometen en estos momentos en una gran parte de los consistorios de la región.
Pero si el PSOE basa una parte importante de su campaña electoral en el incesante bombardeo de mensajes sobre la regeneración de la vida pública, el PP se mantiene en la inequívoca línea, marca Gallardón, de desgranar grandes proyectos, amparados bajo el precedente de miles de kilómetros de metro y de una guinda llamada Metrosur que ha terminado por plegar voluntades, se entiende que las de la oposición.
Si Gallardón necesitaba desde hace semanas un balón de oxígeno para desvincular su imagen del conflicto belicista iraquí, ese ha sido, sin duda, la puesta en marcha de Metrosur. Aunque bajo tierra (todo estaba muy medido y sobre todo exento de contacto con la población), el presidente autonómico volvió a pisar fuerte por el escenario político madrileño, merced y gracia a tan magna infraestructura ferroviaria, pero, sobre todo, al flair play de los alcaldes socialistas del sur hacia el mandatario autonómico, transformados, en opinión de algunos dirigentes de la oposición en poco menos que en "cheerleaders" (animadores) de Gallardón.
Tanto el candidato del PP al Ayuntamiento capitalino, quien ha vuelto a enarbolar la bandera de la rebeldía, como su compañera de fatigas en los últimos meses y aspirante a la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, han comenzado a sacar pecho estos últimos días amparados en una guerra que termina y en la crisis cubana suscitada por los tres fusilamientos del Gobierno castrista. Un problema, este último con el que el PP pretende devolver el golpe a socialistas e IU, y cuya condena, a buen seguro, será llevada como moción popular a las sesiones plenarias venideras.
El Partido Popular se ha puesto las pilas y ha pasado al contraataque de forma beligerante. No sólo el tema cubano se situará en el escenario electoral, otra de las bazas que el PP va a someter a confrontación será la ilegalización de Herri Batasuna, un tema que los populares pretenden convertir en una revalida sobre libertades colectivas tanto para el PSOE como para Izquierda Unida (el portavoz del PP en Getafe ya ha anunciado su intención de llevar a pleno el respaldo a la sentencia de ilegalización de esta formación abertzale). En definitiva, más y más piruetas electorales.